Las Cuarenta
Con el pucho de la vida apretado entre los labios,
La mirada turbia y fría, un poco lento el andar,
Dobló la esquina del barrio, curda ya de recuerdos,
Como volcando un veneno esto se le oyó cantar.
Vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso,
Vuelvo a ti doblado el mazo en difícil barajar,
Con una daga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos,
Que se rompió en un abrazo que le diera la verdad.
Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo,
Sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
Del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga,
Y sé que con mucha plata uno vale mucho más.
Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
Y, si la murga se ríe, uno se debe reír;
No pensar ni equivocado... ¡Para qué, si igual se vive!
¡Y además corres el riesgo que te bauticen gil!
La vez que quise ser bueno en la cara se me rieron;
Cuando grité una injusticia, la fuerza me hizo callar;
La experiencia fue mi amante; el desengaño, mi amigo...
Toda carta tiene contra y toda contra se da!
Hoy no creo ni en mí mismo. Todo es truco, todo es falso,
Y aquél, el que está más alto, es igual a los demás...
Por eso, no has de extrañarte si, alguna noche, borracho,
Me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar.
Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo,
Sé del beso que se compra, sé del beso que se da;
Del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga,
Y sé que con mucha plata uno vale mucho más.
Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran
Y, si la murga se ríe, uno se debe reír;
No pensar ni equivocado Para qué, si igual se vive
Y además corres el riesgo que te bauticen gil