El trovador
Era un gallardo
joven trovero
y prisionero
de un brujo amor.
Y era una moza
de negros ojos
y labios frescos y rojos
como del seibo la flor.
Eran dos almas en una
que se unieron al calor
de un beso que espió la luna
en una noche de amor.
Él cantaba en su ventana
sus sueños de trovador,
que ella premiaba galana
con un beso y una flor.
Pero una noche,
noche de plata,
su serenata
eco no halló.
Por ver si estaba
subió a la reja
y herido lanzó una queja
que en la noche se perdió.
La vio a su dueña dormida,
para nunca despertar.
Toda de blanco vestida
como una novia en su altar.
Sintió clavada la garra
del dolor que lo cegó,
besó a su vieja guitarra
y por su amor se mató.