Don Enrique Del Meñique
Ni dormido ni despierto
Como todas las mañanas
Don Enrique del Meñique
Tiene ganas, muchas ganas
De tomar su desayuno
Con catorce mediaslanas
Don Enrique tiene casa
Con muchísimos jardines
Y por entre sus rosales
Se pasea con patines
Pero ¡ay! Esa mañana
Se enganchó los pantalines
Se imaginan qué porrazo
Se imaginan qué caída
Allí cerca lo esperaba
Una mesa bien servida
Don Enrique, de nariz
Se cayó en la mermelida
Don Enrique pataleaba
¡Los bomberos, accidente!
Nadie, nadie lo escuchaba
Pero en el balcón de enfrente
Atraído por los gritos
Asomase un elefente
Estiró bien la trompita
Tras las rejas de su cucha
Pero el pobre era tan miope
Que después de mucha lucha
En lugar de don Enrique
Levantó la cucarucha
Pero al fin llegó el bombero
Todo envuelto en una cinta
Lo que había en su manguera
No era agua, sino tinta
Y empuñaba, en vez del hacha
Un dorado sacapinta