Nostalgia #5
Veintinueve de abril del año noventa y siete, no sé si obra de mis padres o de los cuerpos celestes; tal vez fue hambre de gloria o sed de sabiduría: pero mi vida vió la luz desde la oscuridad del éter. Desde entonces no hay día que no peque, por creer sólo en mí mismo desde peque y por no aceptar su trueque; por buscar la felicidad en mi propio mundo. Por un ""no"" rotundo sin que nada o nadie objete.
Pero ¿Qué soy yo si no mi gente, si no sus genes, si no su reflejo en mí del pelo a los dientes? Saben que mi amor es permanente, y quien te diga lo contrario miente.
Perdón a mis afectos por mi gran falta de normas, ni volviendo a nacer sabría hacerlo de otra forma: estoy de paso, somos polvo en esta alfombra, nos vamos como venimos y la energía se transforma.
En este mundo conocí a mi gran amor prohibido: la música más suave que besara mis oídos, y sabiendo que al marcharme no podría venir conmigo comencé a escribirle canciones por el miedo al olvido. Ahora mismo dan la 1:35 a.m. del diez de mayo, en la ventana veo las ramas que se mueven: bailan al son del viento en otra noche fría, provocado por la onda que expande la melodía.
A veces el mundo es raro, a veces estando cerca solo se escuchan disparos, y a veces estando lejos el alma llega sin reparo; conectamos más sin vernos y todavía no lo han notado. A la distancia tengo varios hermanos, unos cuantos en Mendoza y otros por el mundo están desparramados. Quien amé y quien me ha amado será siempre mi familia; gracias por ser la tinta para mis líneas.