Demolición

Una tarde de febrero
de hace casi veinte años
escalaba los peldaños
de esta empinada escalera
de esta empinada escalera.

Sin tener conciencia apenas
de que mi hogar me esperaba.
En una atalaya estaba,
aguardando que subiera
aguardando que subiera.

Y sus paredes guardaban
ecos de otras existencias.
Llantos, risas y gemidos
ajenos a mi presencia.

Anhelaba vivir sola.
Sin tener que rendir cuentas.
Demostrarme que sabía
administrarme la hacienda
administrarme la hacienda.

Una casa pequeñita
donde esconderme del mundo,
donde rumiar mis asuntos,
donde guardar mis cositas
donde guardar mis cositas.

Y esta casa con sus cosas
va a ser pronto demolida
nadie quiere restaurarla
y ella se da por vencida.

Y aunque sobrevivió a una guerra
y vio enterrar a sus difuntos
ahora no hay nada que hacer ya pueda
contra la guerra del lucro.

Una tarde de febrero.